Diseños para combatir la soledad

El diseño de espacios aborda unos de los problemas de salud mental más graves de nuestra sociedad

La soledad mata. Su impacto sobre nuestra salud se ha llegado a comparar con la de fumar 15 cigarrillos al día, rebajando en unos ocho años la esperanza de vida. Está previsto que supere a la obesidad en la lista de las principales amenazas para la salud de nuestros tiempos. Y en ningún lugar está tan extendida como en nuestros entornos urbanos. La arquitectura moderna afronta así un reto que incluye lo emocional en el diseño de espacios.

El auge del estilo de vida urbano

Los orígenes de la epidemia actual de soledad se remontan al siglo XIX, con la llegada de una inmigración masiva a las ciudades a raíz de la industrialización. Miles de personas dejaron atrás a sus familias y amigos para mudarse a lugares atestados de otros individuos en lugar de incorporarse a un colectivo social. A medida que las ciudades fueron convirtiéndose en grandes polos de la economía, la tendencia fue en aumento y el auge de la soledad se vio potenciado por una planificación urbana deficiente y un vuelco ideológico hacia el individualismo.

“La manera en que diseñamos nuestras ciudades incide directamente en cómo nos sentimos, nos movemos y nos comportamos”, nos explica Paty Rios, arquitecta, urbanista y responsable de proyectos de investigación en la consultoría Happy City de Vancouver (Canadá). “El problema es que hemos ido diseñando sin tener en cuenta este efecto y las decisiones tomadas hace cien años siguen ejerciendo una influencia negativa. El urbanismo moderno repercutió en las relaciones cotidianas de la gente. Al disgregar el trabajo, la residencia, la industria y el ocio, surgieron graves problemas. La gente dejó de moverse de manera orgánica.”

“Hemos ido dejando atrás la comunidad y la vida multigeneracional para adentrarnos en la independencia y la autonomía”, añade la arquitecta Grace Kim, cofundadora de Schemata Workshop en Seattle. “Hemos creado una autosuficiencia que nos aísla”.

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Huerto urbano en el terrado del complejo de coviviendas de Capitol Hill, obra de Schemata Workshop. Foto: © Danny Ngan

El valor asimétrico del territorio y el desarrollo fragmentario siguen provocando a menudo la pérdida de espacios compartidos y comunidades preexistentes en la arquitectura moderna, a la vez que los intentos recientes de atender la demanda de más viviendas han generado una proliferación de urbanizaciones con malas conexiones de transporte y escasez de espacios comunitarios o de tiendas donde la gente pueda encontrarse de forma casual.

En la actualidad, un número creciente de arquitectos y urbanistas se está percatando de que la soledad también atañe al diseño, en parte al ser señalados por políticos y autoridades, quienes a menudo utilizan la arquitectura como chivo expiatorio.

“Si vas al Extremo Oriente, se siguen construyendo pisos y apartamentos que son auténticas cajas de zapatos con pasillos interminables, y aun así la gente conserva un espíritu de comunidad. Simplemente están acostumbrados a vivir más juntos. Por eso, no creo que la causa sea la arquitectura”, explica Je Ahn, uno de los fundadores del estudio de arquitectura londinense Studio Weave. “La arquitectura es un síntoma, forma parte de la manera en que la sociedad nos ha moldeado para que no conectemos los unos con los otros”.

Restablecer el espíritu comunitario a través de la arquitectura 

¿Puede la arquitectura moderna ofrecer una solución realista? La covivienda parece proponer una salida relativamente fácil. Aunque existen varios modelos para cohabitar, en esencia se trata de combinar el espacio privado (desde un dormitorio hasta una casa entera) con espacios compartidos, como cocinas comunitarias, lavaderos o rincones de ocio. Bien implementado, el planteamiento de la covivienda puede fomentar las relaciones entre sus habitantes.

El estudio de arquitectura Schemata Workshop desempeñó un papel clave en el desarrollo del proyecto de coviviendas de Capitol Hill, en Seattle. El estudio ocupa la planta baja del edificio, mientras que nueve viviendas particulares se agrupan alrededor de un patio central comunitario. Los residentes comparten The Common House, una “sala común” concebida especialmente a modo de comedor comunitario.

El complejo de coviviendas Capitol Hill, obra de Schemata Workshop. Foto: © Danny Ngan

El complejo de coviviendas Capitol Hill, obra de Schemata Workshop. Foto: © Danny Ngan

“Por lo que he ido observando, a medida que aumenta el número de comidas semanales que se comparten, parece aumentar también el espíritu de comunidad; así pues, el papel de The Common House como punto de encuentro de las comidas es esencial para reforzar la comunidad”, afirma Kin, que ha empezado a impartir talleres dirigidos a arquitectos para ayudarles a convertirse en especialistas en covivienda.

El año pasado, Studio Weave se asoció con el Royal Institute of British Architects para la publicación de Living Closer, que examinaba varios tipos de covivienda a la luz de su creciente popularidad. En lugar de dar relieve a un modelo en particular, el informe fomentaba una gama de planteamientos diversos.

Sin embargo, Ahn nos advierte que la tendencia actual de la covivienda no refleja únicamente el deseo de promover una vida emocional mejor para los residentes, sino también de aportar conclusiones a los promotores. “En este momento, todo parece centrarse en la mecánica, los instrumentos financieros y los estándares espaciales. En gran parte, esto es debido a la presión por realizar proyectos más austeros, pequeños y ajustados, y parece que los aspectos emocionales se han metido en el mismo saco”, afirma. “Hay una gran diferencia entre vivir físicamente más cerca y conseguir una mayor cercanía emocional y mental”.

El diseñador Edwin Van Cappelbeen ha propuesto un planteamiento distinto que podría aplicarse a la adaptación de edificios preexistentes. Cuando estudiaba en el Design Academy Eindhoven en los Países Bajos, vivía en un edificio equipado con 700 estudios individuales. “Muchos inquilinos, incluso yo, no conocíamos a ninguno de nuestros vecinos (ni siquiera a los que vivían justo al lado), porque el pasillo no se prestaba a iniciar una conversación”, nos cuenta.

Balcones sociales de Edwin Van Cappelbeen. Imagen cortesía del diseñador.

Balcones sociales de Edwin Van Cappelbeen. Imagen cortesía del diseñador.

Aunque algunos de los apartamentos tenían balcones, se utilizaban básicamente para tender la ropa y como espacio de almacenamiento improvisado. De ahí surgió la idea de los Balcones sociales, una propuesta de módulos que podrían acoplarse a los balcones existentes o a vigas de acero reforzado, creando así un espacio social común en la fachada del edificio, con jardineras que convirtieran la nueva red en una especie de jardín colaborativo. «Implica a los vecinos en el cuidado comunitario de las plantas, lo que a su vez lleva fácilmente a la charla y a las actividades compartidas», explica. A partir del interés mostrado por inversores y por el ayuntamiento, Van Cappelbeen está desarrollando ahora un prototipo funcional de su diseño.

El diseño es solo una parte de la solución

La soledad urbana persiste a pesar de nuestros intentos de reinventar la manera en que vivimos a través de la arquitectura moderna. Incluso con los mejores esfuerzos de arquitectos, urbanistas e incluso de grupos idealistas de desarrollo, muchos de los proyectos actuales podrían resultar anecdóticos si no se produce un cambio en las políticas gubernamentales y se empiezan a apoyar diálogos y soluciones que aborden las causas que originan la soledad.

Está claro que la arquitectura moderna solo puede ofrecer una parte de la solución. El equipo de urbanistas, arquitectos, especialistas en políticas y estrategas de Happy City se cuentan entre los que se han propuesto impulsar el cambio más allá del nivel de los proyectos individuales: han ido contactando con gobiernos y promotores para proponerles su conjunto de herramientas, Happy Homes, y ahora están abordando políticas de vivienda.

“Todos los sectores de la sociedad deben avanzar juntos», explica Ahn. «Todo el mundo debe participar en el debate sobre cómo queremos vivir en esta sociedad y lo que en realidad significa… me encantaría que un primer ministro hablara de relaciones entre personas, en lugar de centrarse siempre en la economía. Tenemos que hablar más de ello».

Imagen principal: Patio comunitario en el complejo de coviviendas de Capitol Hill. Foto cortesía de Schemata Workshop.